Añoro la finura
de aquellas
personas
sabias, afables,
que antaño
alumbraban,
cual viviente
poesía,
y hoy acaso
malviven
arrinconadas por
la turba
insolente,
envanecida.
¿Qué perdura
del aliento de
Unamuno,
nuestro austero maestro,
sino esta infame
tropa
de voces sordas
que solamente alardea,
que no arguye, pontifica,
sino esta honda
ignorancia,
sino este
griterío insufrible
que todo lo anega?
José Urbano © 2016
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