El barquito que yo
tengo
ya no quiere regresar
ni a bahía reputada
ni a su caleta de sal.
El barquito que yo
tengo
dolorido viene y va
al compás de las
tormentas,
al amparo de la mar.
Ya no quiere calafates,
ni estibas, ni
batallar;
ya no quiere
parabienes,
ya no quiere ni
agradar.
Ya no quiere
derroteros,
ya no quiere ni
arribar.
Ya no quiere más
riberas
ni vestigios de su
hogar.
Sino bogar despacito,
abandonarse a la mar;
cicatrizar tanto
agravio,
desvanecerse en Allah.
El barquito que yo
tengo,
dolido, me quiso
hablar:
«Por más que ofrezco
mis velas,
zarpazos vuelan a dar.
Los lanzan envidia y
celos,
azotes de la humanidad,
carcomiendo tu
entereza,
zahiriendo a la verdad».
José Urbano © 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario